Penélope abandona al mujeriego Ulises, dejándole su pequeño hijo Telémaco. Esta moderna Penélope ha cambiado el telar por un lápiz y un cuaderno de dibujo, y no ha dudado en salir de casa con intención de conquistar el mundo por su cuenta. Tampoco se corta un pelo cuando le sale al paso algún pretendiente... Al quedarse solo, Ulises deberá asumir las tareas propias de las amas de casa y se verá condenado a sustituir las cenas elegantes por papillas y pucheros. Encontrará su válvula de escape recibiendo clases en la Academia de su suegro, Vili, una peculiar escuela socrática destinada a enseñarles a una pandilla de pintorescos personajes que la felicidad consiste, como decía Platón, en hacer el bien.
Sátira amable de los libros de autoayuda, meditación sobre la felicidad, homenaje al mundo clásico... Sí, todas esas cosas son y están en "Los estados carenciales". Pero esta novela es, por encima de todo, una divertidísima fábula sobre las debilidades y grandezas de la condición humana. Con una escritura jugosa, fresca y de gran aliento lírico, Ángela Vallvey recrea en "Los estados carenciales" el intento, propio del ser humano, de no sucumbir a la rutina, de escapar de la mediocridad o de rehacer la vida dándole algo de sentido.